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El pastor David Jang – Enseñanzas falsas

1. Una vida que previene las enseñanzas falsas y agradece la gracia del Señor

Tal como lo enfatiza el pastor David Jang, en 1 Timoteo capítulo 1, el encargo que Pablo envía a Timoteo es un mensaje de enorme importancia para todo creyente que, de alguna manera, se encuentre en una posición de cuidar del rebaño o de ejercer el ministerio pastoral. Clasificado como una "epístola pastoral", este pasaje se dirige inicialmente al joven Timoteo, quien estaba pastoreando en la iglesia de éfeso, para enseñarle con detalle la actitud y la disposición que debía tener al cuidar y enseñar al pueblo. Sin embargo, va más allá de la esfera pastoral y se extiende a todos aquellos que, en la función de mentor o líder, deben guiar a las nuevas generaciones o a quienes están en la fe. El apóstol Pablo destaca dos enseñanzas principales en esta carta:

  1. "Prevenir (estar alerta frente a) las enseñanzas falsas (doctrinas erróneas)".
  2. "Recordar constantemente la gracia y la misericordia del Señor, que salvó a un pecador como yo".

Estos dos pilares constituyen el núcleo del capítulo 1 de 1 Timoteo y la base fundamental que todos los miembros de la iglesia deben sostener.

Prevenir las enseñanzas falsas

En primer lugar, cuando Pablo dice "prevenir las enseñanzas falsas", señala una de las misiones más importantes que toda persona encargada de pastorear o liderar una congregación debe cumplir. El pastor David Jang y diversos líderes coinciden en que proteger al rebaño de doctrinas distorsionadas y filosofías falsas que se infiltren en la comunidad es una prioridad en el ministerio. El motivo es claro: muchas veces la raíz de la destrucción de una iglesia y el alejamiento de la verdad por parte de sus miembros procede de la confusión doctrinal y la tergiversación de la enseñanza bíblica.

En la época de Pablo, bajo el Imperio Romano, proliferaban multitud de religiones, filosofías y tendencias de pensamiento que confluían en un ambiente de politeísmo y sincretismo. En ese contexto de relativismo y mezcla de creencias, no era tarea fácil preservar y transmitir la Palabra de Dios (la doctrina correcta). Y, por supuesto, este desafío no difiere demasiado de lo que vivimos en el siglo XXI. Con la influencia de los medios de comunicación y de internet, todo tipo de información fluye con rapidez y se combina con la fe de un modo imprudente si no se aplica la debida filtración. Por eso, quienes lideran la iglesia y enseñan la Palabra deben discernir con cautela, detectar sin error las enseñanzas falsas y proteger a la comunidad de creyentes.

A medida que avanza el capítulo 1 de 1 Timoteo, Pablo menciona las enseñanzas heréticas, las interpretaciones erróneas y los planteamientos éticos equivocados que estaban perturbando a la iglesia. Según él, si uno se deja sacudir por tales doctrinas, se acaba arruinando el alma. Dadas las condiciones del vasto y pluralista Imperio Romano, se requería una firme postura en la verdad y una aguda capacidad de discernimiento para defender el Evangelio. Esa misma necesidad persiste hoy. Para cultivar esta capacidad de discernimiento, la comunidad creyente debe formarse continuamente en doctrina, adentrarse en el estudio serio de las Escrituras y afianzar la teología y la enseñanza sana. Como subraya el pastor David Jang, si una persona a cargo de una congregación nunca ha estructurado sus creencias doctrinales de forma metódica, es inevitable que sus feligreses acaben estando expuestos a una vulnerabilidad doctrinal. El estudio y la defensa de la sana doctrina no son meros ejercicios intelectuales anacrónicos, sino la primera línea de batalla que protege la vida espiritual.

Más adelante, Pablo advierte a Timoteo: "Estad alertas ante las enseñanzas falsas, pero hacedlo con un objetivo que nace del amor". En otras palabras, defender la doctrina y proclamar la verdad no puede degenerar en una simple discusión arrogante de "yo estoy en lo correcto y tú estás equivocado". El fin de preservar la verdad reside en el amor y la compasión por los que han caído en el error, deseando, en la medida de lo posible, que regresen a la verdad. La misión más elevada del cuidado pastoral (o de la labor de guía) consiste en defender la verdad y, a la vez, rescatar y restaurar a las personas, conduciéndolas de nuevo a la gracia y a la misericordia divinas.

Vivir agradecidos por la gracia y la misericordia del Señor

Además de prevenir las enseñanzas falsas, Pablo enfatiza: "Den siempre gracias por la gracia y la misericordia del Señor". él mismo expone su trayectoria: "Antes fui blasfemo, perseguidor e insolente... pero alcancé misericordia, porque lo hice por ignorancia en mi incredulidad" (1 Timoteo 1:13). Pablo no oculta que había sido un ferviente perseguidor del Evangelio y de los cristianos. Sin embargo, el Señor le mostró una compasión especial para demostrar que incluso el peor de los pecadores podía ser salvado y transformado. él se describe como "el primero de los pecadores" (1 Timoteo 1:15) no por fingir humildad, sino desde la auténtica conciencia de lo que había hecho. Este reconocimiento consuela a todo creyente: no importa cuán grave sea un pecado a los ojos humanos, la gracia de Dios puede sobrepasarlo.

En Mateo 18 encontramos la "parábola del siervo despiadado", en la que el hombre que fue perdonado de una deuda impagable (diez mil talentos) se niega a disculpar a quien le debía una cifra casi irrisoria (cien denarios). Sabemos que los diez mil talentos equivaldrían, a grandes rasgos, a 16 años de salario de un trabajador -una deuda extraordinaria-, mientras que un denario corresponde apenas al salario diario de un jornalero. La moraleja esencial es clara: a todos nosotros se nos ha perdonado un pecado enorme como esos "diez mil talentos"; por tanto, negarnos a disculpar a nuestro prójimo por ofensas o deudas menores nos convierte en siervos tan despiadados como el de la historia. Pablo, plenamente consciente de ser "un siervo a quien se le perdonó una deuda infinita", dedicó su vida a exaltar y anunciar la grandeza de la gracia y la misericordia de Dios.

Tal como recalca el pastor David Jang, el "conocimiento de la magnitud de nuestro propio pecado del que hemos sido salvados" es un aspecto vital del interior de todo pastor o cuidador espiritual. Solo esa conciencia posibilita la humildad y el amor necesarios para perdonar, cobijar debilidades ajenas y avanzar con otros hacia la verdad. Pablo no ocultó la vergüenza de su pasado, cuando combatía a Jesús y perseguía a la Iglesia; al contrario, lo divulgó para que se destacara aún más la inmensidad de la misericordia y la clemencia divina. Este principio sigue valiendo para los creyentes de hoy. Cuanta más debilidad y pecado se vea en nosotros, más resplandece la gracia del Señor. Y de esa experiencia surge una actitud de tolerancia y perdón mutuo en la comunidad cristiana.

Asimismo, ese agradecimiento por la gracia y la misericordia no se reduce a un simple "me alegro de haber sido salvado". Tal gracia, por su inmensa hermosura y valor, despierta en la persona salvada el impulso natural de proclamarla. El joven que aparece en Marcos 14 (tradicionalmente se cree que era el propio Marcos) escapa desnudo en el momento del arresto de Jesús (Marcos 14:51-52), un episodio que muestra la desnuda cobardía de un discípulo que finalmente huye. Sin embargo, al dejar constancia de ese suceso en su propio Evangelio, Marcos confesaba sin temor ser un hombre frágil que, pese a todo, fue cubierto por la infinita bondad del Señor. Esta escena nos habla también a nosotros: a veces decimos "amo al Señor" y, al mismo tiempo, lo negamos o huimos de él en circunstancias cruciales. No obstante, el Señor continúa amándonos, incluso en nuestra debilidad, y no abandona el camino de la cruz. Si comprendemos esto de verdad, nuestro cuidado pastoral será genuino y auténtico.

Pablo relata en Hechos 9 su dramática conversión al dirigirse a Damasco: oyó una voz divina que decía: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" (Hechos 9:4), y desde entonces todo cambió. Se cree que pasó unos tres años en Arabia, en un periodo de profunda oración y reflexión, tiempo esencial para forjar sus cimientos teológicos y espirituales, armonizando el Antiguo Testamento con la Buena Nueva de Cristo. De ahí proviene su afirmación valiente: "No lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo" (Gálatas 1:12).
Según destaca el pastor David Jang, de 1 Timoteo 1 debemos retener el mensaje de que nuestra salvación es por gracia y misericordia absolutas, y esa misma gracia debe desbordar sin cesar en nuestra interioridad. Timoteo, formado por su piadosa abuela Loida y su madre Eunice (2 Timoteo 1:5), era un hombre de buen carácter. Pero eso no evitaba que, a los ojos de Pablo, siguiera siendo un pecador condenado si no fuera por la gracia. Solo cuando vivimos con la convicción diaria de la salvación inmerecida y con un corazón agradecido, podemos llevar a cabo un ministerio, un servicio y un liderazgo correctos, sostiene el apóstol.

Recordando el ejemplo de Marcos, que reconoció su humillante huida en su Evangelio, entendemos cómo se expresa la gracia en la vida real: "En la hora crucial dejé al Maestro y corrí por mi vida, pero él siguió sosteniéndome". Eso anuncia la gracia de la que Marcos da testimonio. Timoteo se asemejaba a Marcos en cuanto a un carácter quizá amable y tímido, incluso un tanto enfermizo. Pero, para Pablo, en manos de Dios, incluso un instrumento tan débil puede usarse para Su gloria, y de hecho esa misma limitación potencia la manifestación del poder divino. Cuando Pablo se declara "el peor de todos los pecadores" (1 Timoteo 1:15), nos impulsa a pensar: "También yo lo soy. No estoy en la iglesia por mi valía o mérito". Por eso es esencial la gratitud incesante por la gracia diaria recibida: solo esta actitud permite que quienes estén en un puesto de liderazgo abracen y acompañen a otros, sosteniéndolos hasta que sean restaurados.

Pablo da un paso más al afirmar: "Doy gracias a Cristo Jesús nuestro Señor, que me ha dado fuerzas, porque me consideró fiel, poniéndome en el ministerio" (1 Timoteo 1:12). Que Dios "lo considerara fiel" resulta inverosímil a ojos humanos, pues es el mismo hombre que procuró destruir la Iglesia y que fue, paradójicamente, nombrado "apóstol de los gentiles" con una responsabilidad inmensa. Esa es la "gracia ilimitada del Señor" y la "obra soberana de Dios". Así, tal y como enfatiza el pastor David Jang y otros predicadores, no ocupamos un ministerio porque seamos fieles por méritos propios, sino que el Señor, en Su misericordia, nos rescata, nos declara justos (justificación) y nos santifica. Ese es el fundamento de la declaración de Pablo: "El Señor me ha considerado fiel".

¿Qué consecuencias concretas trae este testimonio de gracia en el ministerio pastoral? El concepto de "siervo bueno y fiel" que menciona Pablo se vincula al elogio del Señor en la parábola de los talentos (Mateo 25): "Has sido fiel en lo poco, al frente de mucho te pondré". Y el siervo perezoso, que enterró su talento, es reprendido como "malvado y negligente". Este pasaje deja claro que debemos "invertir" y multiplicar los talentos que Dios nos ha confiado. Así como Pablo se emocionaba al decir "el Señor me ha puesto en el ministerio", entendemos que la fidelidad en tareas pequeñas conduce a recibir una misión mayor de parte de Dios. Cualquiera que reciba un rol, por mínimo que parezca dentro de la iglesia, dispone ya de la oportunidad de ser "un siervo bueno y fiel".

En resumen, 1 Timoteo capítulo 1 se compendia en:

  • Prevenir las enseñanzas falsas y aferrarse a la sana doctrina.
  • Vivir agradecidos por la gracia y la misericordia de Dios que nos ha salvado como pecadores.
  • Ejercer el ministerio con una conciencia limpia y una fe firme para vencer las adversidades.

Estos principios no son exclusivos de Pablo y Timoteo, sino que obligan a todos los creyentes que hoy conforman la Iglesia. Como señala el pastor David Jang, a lo largo de la historia la Iglesia y los cristianos se han visto sacudidos por diversas épocas y circunstancias, pero si buscamos la respuesta en la Palabra, ejercitamos el discernimiento y mantenemos una actitud de agradecimiento por la gracia recibida, jamás nos extraviaremos.

 


2. La oración por todas las personas y la universalidad de la salvación

 

A la luz de las enseñanzas del pastor David Jang, si avanzamos al capítulo 2 de 1 Timoteo, vemos que Pablo subraya la importancia primordial de la oración en la vida de todo siervo de Dios (o de todo creyente). Pablo dice: "Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias por todos los hombres" (1 Timoteo 2:1). Aquí lo fundamental es "ante todo" ("first of all") y "por todos los hombres" ("for all people"). Es decir, tanto el pastor como el laico, todo aquel que sirve en la iglesia, debe empezar por orar, y esa oración debe orientarse hacia "toda la humanidad". Para Timoteo, un líder joven y de salud frágil, esta orden debía de sonar abrumadora: "¿Cómo voy a orar por todo el Imperio Romano, o por toda la humanidad, si apenas puedo con mi pequeña iglesia local?". Sin embargo, Pablo le revela una visión "grandiosa" del mundo, recordándole que solo hay un Dios, Señor de todo, y que todo ser humano fue creado a Su imagen, de acuerdo con la enseñanza básica del cristianismo.

Pablo especifica en 1 Timoteo 2:2 que debemos orar "por los reyes y por todos los que están en eminencia". Probablemente se refería en concreto al emperador (Nerón) y a las máximas autoridades del Imperio Romano. La Iglesia sufría persecución, pero, precisamente por eso, Pablo les dice "orad por los gobernantes para que adopten decisiones correctas ante Dios, y así también vosotros podáis llevar una vida tranquila y sosegada en toda piedad y honestidad". La invitación no implica, de ninguna manera, hacer componendas con la tiranía o con regímenes opresores, sino que la Iglesia debe confiar en la soberanía de Dios y rogar por la conversión y la rectitud de quienes detentan el poder. Esa enseñanza sigue vigente en nuestros días. Aunque un individuo pueda sentirse impotente frente a los gobiernos y sistemas políticos, la Iglesia puede orar por ellos para que la bondad de Dios afecte sus decisiones y estructuras.

Pablo añade que Dios "quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad" (1 Timoteo 2:4). Este pasaje ha suscitado debates teológicos en la historia. El calvinismo destaca la elección divina, y el arminianismo, el libre albedrío humano. Pero Pablo aquí muestra el corazón generoso y amplio de Dios, que no es estrecho ni mezquino. Por supuesto, Romanos 9-11 también expresa el misterio de la elección divina, lo que confirma que la Biblia contiene tanto la voluntad salvífica universal ("Dios quiere que todos se salven") como la elección particular. Estas no son declaraciones contradictorias, sino realidades que coexisten de forma armoniosa dentro del plan de Dios. El pastor David Jang señala en muchos de sus discursos que nuestra salvación no es fruto del azar, sino de un amor y elección especiales de Dios; sin embargo, esa elección no es un bien reservado a un grupo específico, sino que está disponible para toda la humanidad.

En 1 Timoteo 2:5, Pablo proclama: "Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre". Este único Mediador se entregó a sí mismo en rescate por todos (1 Timoteo 2:6). El rescate se refiere al precio pagado para liberar a la humanidad, esclavizada por el pecado. Jesús lo pagó por todos. Aquí surge la famosa cuestión de la "expiación limitada" o la "expiación universal", pero las palabras de Pablo "por todos" apuntan a un ofrecimiento de salvación a la humanidad entera. Ahora bien, las Escrituras (Hechos, Romanos, etc.) también explican que solo recibirán esa salvación quienes Dios ha predestinado. De ahí concluimos que el amor de Dios no es exclusivo, sino que abarca al mundo entero, y "a su tiempo" (1 Timoteo 2:6) esta verdad será evidenciada.

El pastor David Jang suele contar una anécdota ilustrativa: un cristiano va a predicar en el metro, pero pierde tanto tiempo intentando adivinar "quién estará elegido por Dios" o "quién será lo bastante noble y bueno como para creer", que finalmente no le habla a nadie y se va. Es un ejemplo de cómo a veces actuamos en la práctica: juzgamos a la gente pensando que "fulano no se salvará" o "mengano es demasiado malo". Pero no podemos olvidar que Pablo, el mismo que quiso destruir la Iglesia, acabó siendo el más grande apóstol de la historia cristiana. Si descartamos a alguien por parecer demasiado incrédulo, estamos subestimando la soberanía y el poder de Dios.

Pablo describe cuatro tipos de oración en 1 Timoteo 2:1: "rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias".

  • "Rogativas" (δέησις, deēsis) se traduce como "peticiones" en un sentido de súplica ante la necesidad.
  • "Oraciones" (προσευχή, proseuchē) implica inclinarse con reverencia ante el Rey, reconociendo Su majestad.
  • "Peticiones" (ἔντευξις, enteuxis), que también puede traducirse como "intercesión", alude a la oración de intercesión a favor de otros.
  • "Acciones de gracias" (εὐχαριστία, eucharistía) se relaciona con la Eucaristía o Santa Cena, rememorando la salvación y la vida que Dios nos dio.

Estos cuatro matices abarcan de forma muy completa la vida de oración. Con frecuencia nos quedamos en nuestras peticiones personales, pero Pablo expande el horizonte, invitándonos a orar "por todas las personas". La intercesión y la acción de gracias tienen un valor especial para la comunidad de fe. La Iglesia no es solo un lugar para rogar por mis problemas, sino para orar unos por otros, e incluso por quienes gobiernan, en cuyas manos se toman decisiones que afectan la vida de todos. En el Antiguo Testamento, éxodo 17 relata la victoria contra Amalec mientras Moisés alzaba sus manos en oración, y Aarón y Hur se las sostenían para que no desfallecieran, simbolizando el poder de la oración corporativa y unida.

El pastor David Jang relaciona esto con el lema "Piensa globalmente, actúa localmente". El mundo se ha convertido en una "aldea global" por los avances en comunicaciones y transportes. Podemos ver y oír en tiempo real lo que ocurre en la otra punta del planeta, y en un día podemos llegar en avión a casi cualquier lugar. Para la Iglesia, "abarcar el mundo entero en la mente y actuar localmente" se hace muy concreto. Timoteo, al oír que debía orar por los reyes, emperadores y líderes, pudo sentirse abrumado, pero en realidad, desde la perspectiva espiritual, nada está fuera del alcance de Dios. él rige todo desde Su trono, y la Iglesia participa de ese gobierno espiritual mediante la oración. También hoy, la Iglesia debe comprender su autoridad espiritual y perseverar en la súplica a favor de todo el mundo.

A continuación, en esa línea de oración, no nos limitamos a pedir "paz mundial". Pablo nos anima a orar para que "todos sean salvos y lleguen al conocimiento de la verdad". Además, esa salvación se fundamenta en la obra ya consumada de Cristo en la cruz y su resurrección. "él se dio en rescate por todos" (1 Timoteo 2:6). Predicar el Evangelio no consiste simplemente en expandir la iglesia o lograr un objetivo personal; se trata de testimoniar la muerte y resurrección de Jesús y proclamar que Su obra redentora fue para toda la humanidad.

No obstante, esto no equivale a afirmar que la Escritura defienda un "universalismo" automático de salvación de todos sin excepción. Pablo también resalta el acto de fe requerido. Pero, igual que en 2 Pedro 3:9, donde se expresa que Dios "no quiere que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento", se nos muestra un corazón divino abierto y compasivo. Si la Iglesia abrigara la visión universal de la salvación, sería más difícil que descartase a alguien como "caso perdido" o se mostrara hostil hacia los que rechazan el Evangelio.

En 1 Timoteo 2:7, Pablo concluye esta idea con "Para esto fui constituido predicador y apóstol (digo verdad en Cristo, no miento), maestro de los gentiles en fe y verdad". Se declara "apóstol" con orgullo, sabiendo que es una prueba de la prodigiosa soberanía de Dios: quien en otro tiempo destruyó la Iglesia, termina proclamando el Evangelio ante gobernadores y reyes, diciéndoles: "¡Ojalá todos llegasen a ser como yo, excepto en estas cadenas!" (Hechos 26:29). Ese valor fluye de la misma lógica de 1 Timoteo 2:4: "Dios quiere que todos se salven".

La epístola pastoral a Timoteo se dirige a él, pero realmente es un mandamiento para toda la Iglesia. Aunque Timoteo era joven, con un carácter tímido e incluso con problemas estomacales (1 Timoteo 5:23), y debía enfrentar la inmensa urbe de éfeso, Pablo insiste: "No cedas ante las doctrinas falsas. Mantente firme. Protege la verdad de Dios en medio de la confusión de ideas. Recuerda la gracia sobreabundante que has recibido, y ora por todos, incluso por los que ejercen el poder. Solo así podrás vivir en paz y piedad para anunciar el Evangelio. Además, Dios desea la salvación de toda la humanidad, así que predica con valentía". Como enseña el pastor David Jang, la Iglesia está en este mundo para cumplir el mandato de llevar a otros a la salvación, de acuerdo con el plan divino. Si la Iglesia se encierra en sí misma, sin compadecerse del mundo ni de las autoridades que lo rigen, desobedece a la instrucción "orad por todos los hombres".

Los cuatro aspectos de la oración (rogativas, oraciones, intercesión y acción de gracias) siguen teniendo validez plena. Si solo recalcamos la petición, corremos el riesgo de quedarnos en un plano egoísta. Si únicamente subrayamos la acción de gracias, podríamos ignorar el sufrimiento y la carencia que nos rodean. Si nos enfocamos solo en la intercesión, es posible descuidar la piedad individual. De modo que esta división en cuatro categorías que introduce Pablo es muy útil para un equilibrio en la práctica de la oración, tanto en la liturgia como en la vida cotidiana.

La declaración "Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre" (1 Timoteo 2:5) fue revolucionaria en los inicios de la Iglesia primitiva. En el Imperio Romano, donde coexistían incontables ideas filosóficas, religiones y cultos, Pablo proclamaba la existencia de un único Dios y de un único Mediador: Jesús. Esa confesión valiente provocó persecución, pero a la larga cambió espiritualmente el Imperio. Y en el siglo IV, la fe cristiana se extendió y se convirtió en religión oficialmente reconocida.

Al reflexionar hoy sobre 1 Timoteo 2, descubrimos la fuerza que recobra la Iglesia cuando no teme al mundo, sino que lo abraza en oración. La Iglesia contemporánea enfrenta retos diferentes: la sofisticada tecnología, el pensamiento pluralista y relativista, el culto al materialismo, el sincretismo cultural, etc. Sin embargo, la enseñanza de Pablo no ha perdido vigencia. Bajo la soberanía de Dios, oremos por toda la humanidad y acojamos tanto la noción de la elección divina como la universalidad del amor de Dios. Cuando la Iglesia interceda por los reyes y gobernantes, por mucho que ahora parezcan enemigos de la fe, el Señor actuará en la historia y extenderá Su Reino. Es la manera en que la Biblia describe la providencia divina y la realización del plan de salvación.

El pastor David Jang define esta práctica orante como "mirar el mundo con la perspectiva del Señor". Dicho enfoque significa no dar por perdido a nadie, ni siquiera a los que se ven perversos o sin esperanza, pues Dios puede transformarlos en santos, como hizo con Pablo. Si oramos con esta convicción, cobra sentido el verdadero ministerio pastoral: compartir la inmensa gracia recibida y desear que llegue también a todos los demás. Así, la Iglesia no vive aislada, sino que ejerce su influencia como sal y luz, orando, actuando y proclamando la Palabra y el amor de Dios.

Tal como afirma el pastor David Jang, la doctrina, la gracia y la oración son los tres pilares esenciales que atraviesan 1 Timoteo 1 y 2. Primero, cuidarse de las enseñanzas falsas y aferrarse a la sana doctrina, pues nuestra naturaleza pecaminosa puede ser fácilmente engañada. Segundo, maravillarse cada día por la magnitud de la gracia y misericordia que nos salvó, para así cultivar la humildad y el amor necesarios para edificar y acoger a los demás. Tercero, orar por toda persona, especialmente por los gobernantes, reconociendo que Dios anhela la salvación universal y que, de esta manera, nosotros también podremos vivir con piedad y tranquilidad. Y, por último, confesar que Jesucristo es el único Mediador de toda la humanidad. Pablo fue llamado a testimoniar esta verdad universal y, por ello, la proclamó a todo tipo de personas, sin exclusiones.

Aun hoy, la atención teológica sobre 1 Timoteo no disminuye, precisamente porque, en tiempos de secularización y de división en la Iglesia, redescubrir esta carta nos permite regresar a lo esencial: "verdad, gracia y oración". El pastor David Jang ha criticado con frecuencia la obsesión de la Iglesia por la proliferación de programas y por la búsqueda del crecimiento externo. Su mensaje, sin ser novedoso, coincide con el de Pablo a Timoteo: "Conserva la sana doctrina, mantén viva la gratitud por la gracia y misericordia de Dios, y no dejes de orar por todos". Esto debe anteceder a la planificación de cualquier programa, estrategia o estructura.

En definitiva, 1 Timoteo 1 y 2 constituyen un cimiento para la madurez personal y para orientar adecuadamente a la Iglesia en su relación con el mundo. A lo largo del resto de la carta (desde el capítulo 2 en adelante), Pablo aborda temas como el liderazgo femenino, los requisitos para ancianos y diáconos, el orden interno de la comunidad, el misterio de la piedad, la actitud ante las riquezas, las persecuciones futuras, etc. Pero todos estos asuntos particulares se apoyan en los mismos supuestos: hay que repudiar las enseñanzas falsas y proteger la verdad; la salvación y el ministerio son por la gracia y no mérito personal; y el plan divino de salvación abarca a toda la humanidad, debiendo la Iglesia orar con fe por todos y proclamar a Jesucristo como el único Mediador. Así concibe Pablo la identidad misma de la Iglesia, y en esa visión Timoteo se apoyó toda su vida.

Al leer hoy este texto, podemos sentir desolación por las noticias de guerras, conflictos políticos, violencia, división y tantas otras sombras del mundo. "¿Cómo lidiar con un panorama tan oscuro? ¿No es demasiado para nosotros?" Pero la respuesta de Pablo es clara: "Dios tiene todo en Su mano. Si la Iglesia cree en Su soberanía y ora, él moverá la historia y al mundo". Por esa certeza, Pablo no se deprimía al estar en prisión, ni se rendía bajo las persecuciones. Su Dios era grande, y la gracia que había recibido, inconmensurable. Por tanto, no había razones para dejar que el mundo lo aplastara. Con esa certeza, siguió anunciando el Evangelio a cada persona con la que se encontraba, incluso a reyes y gobernantes.

El pastor David Jang, en numerosos sermones y escritos, insiste en esto: la oración es la acción más poderosa que la Iglesia puede ofrecer al mundo. No se trata de un ritual repetitivo, sino de un acto de comunión con el corazón de Dios, participando de Su compasión y amor por la humanidad. Con la oración se va descubriendo poco a poco el plan de Dios y recordando que la salvación está abierta a todos. Este es el cometido esencial de la Iglesia.

De modo que, en 1 Timoteo 1 y 2, se nos deja claro:

  • Debemos prevenir las enseñanzas falsas con responsabilidad.
  • Vivir eternamente agradecidos por la gracia que salvó a un pecador como cada uno de nosotros.
  • Sumarnos al deseo de Dios de salvar a toda la humanidad y orar con ese mismo anhelo.

Si nos centramos solo en uno de estos aspectos y olvidamos los demás, corremos riesgo de perder el equilibrio. Si únicamente defendemos la doctrina, sin la experiencia viva de la gracia, la Iglesia puede volverse fría y altiva. Si solo subrayamos la gracia, es fácil caer en un descuido doctrinal y, con ello, acabar expuesto a creencias engañosas. Y si perdemos el fervor por la oración y la evangelización, la razón de ser de la Iglesia se desvanece. Por ello, el consejo equilibrado que Pablo transmite a Timoteo es indispensable también para la Iglesia de hoy.

En el plano pastoral, Pablo alentó a Timoteo, sabiendo lo exigente que sería para él la metrópoli de éfeso, y lo reconfortó, animándolo a no dejarse abatir por sus afecciones físicas o su carácter tímido. Por eso, en 1 Timoteo 1:18-19, le insta a "combatir con fe y buena conciencia", y en 1 Timoteo 2:1, le exhorta a orar "por todos". Ambas cosas conforman un círculo virtuoso: la comunión con Dios en la oración fortalece la fe, la fe refuerza la buena conciencia, la buena conciencia nos resguarda de la falsedad, y todo ello se sostiene recordando la gracia inmensa del Señor. Aunque esa carta se dirigía a Timoteo, casi puede leerse como un manual para la Iglesia entera de todos los siglos. El pastor David Jang y muchos otros la retoman para nuestra época, subrayando la necesidad permanente y universal de estos principios fundamentales.

En realidad, todos ejercemos un "pastorado" o un "cuidado" de algún modo. Aunque no seamos formalmente pastores, cuidamos de familiares, amigos o personas de nuestro entorno, y somos responsables de encaminar a otros hacia el Evangelio. Precisamente ahí, las directrices de 1 Timoteo 1 y 2 son esenciales: discernir las falsas doctrinas, recordar la magnitud de la salvación personal y extender el amor de Dios al orar por los demás. Cuando este llamado a la oración se hace vida, la Iglesia manifiesta un poder genuino.

Finalmente, solo quienes se aferran a las dos columnas -"prevenir las enseñanzas falsas" y "vivir agradecidos por la gracia del Señor"- pueden responder adecuadamente al mandato de 1 Timoteo 2 de "orar por todos los hombres". En ello consiste la esencia de la labor pastoral (o de cuidado). Como repite el pastor David Jang: "Somos peregrinos en este mundo y ciudadanos del Cielo; con esa esperanza, podemos servir sin temor al mundo". Esa esperanza en la vida eterna es nuestro bien más preciado, y nada de este mundo, ni siquiera el poder o el dinero, puede arrebatárnosla. Pablo mantuvo su gozo y valentía en medio de toda clase de sufrimientos porque comprendía esta verdad. Y por medio de nosotros, que hoy comprendemos esta misma promesa, otros podrán entrar también en el camino de la salvación. Este es el mayor legado que nos deja 1 Timoteo y el mensaje esencial que debemos atesorar.